Definición
Sustantivo masculino. Esta palabra se define como un sentido de tipo corporal, que tiene como función principal detectar, percibir y sentir el olor, ya sea una aroma o perfume agradable o también algunas sustancias dispersas como el humo, a través de la nariz como órgano principal. Disimulo, perspicacia, sagacidad o agudeza para comprender o descubrir lo que está disimulado o encubierto.
Etimología
Este término etimológicamente viene del latín bajo denominación ‘olfactus’, con la misma acepción.
El olfato inicia en el instante en que el aire ingresa en las fosas nasales. Dentro de la nariz se encuentran tres cornetes, que se hallan bordeados por una membrana denominada pituitaria, que entre otras funciones calientan y filtran el aire previamente de llegar a la región pulmonar.
La membrana pituitaria es aquella que cuenta con receptores de tipo olfativo, mismos que obran acumulando las sustancias bioquímicas que luego serán transportadas hacia el bulbo olfativo, por medio de fibras de nervios y al mismo tiempo al cerebro, para de ese modo poder identificar los olores percibidos.
En otro sentido completamente distinto, este término se emplea para hacer alusión a una facultad de intuición para detectar algún engaño o situación confusa, al igual que la solución para el problema, o de formas exitosas de lograr algún cometido. Ejemplos: “Daniel se distingue por su olfato periodístico: sabe dónde encontrar la noticia”. “Lo premiaron por su olfato para los negocios; conoce todas las triquiñuelas”.
Este sentido se halla muy asociado con el sentido del gusto. Para poder captar los sabores con nitidez, entran en acción las papilas gustativas de la lengua, pero todo en conjunto con el olfato. Por tal razón, cuando se presenta alguna gripa o congestión nasal, el gusto se bloquea y no se perciben los sabores.
El olfato de los animales es muchísimo más agudo que el de un humano común y corriente. Mientras que un individuo tan sólo cuenta con 20 millones de células de tipo sensorial, los perros están dotados de más de 100 millones de éstas.
La mayoría de animales tienen la capacidad de captar un olor específico con 190 mil moléculas de alguna sustancia, cada metro cúbico del ambiente. Pero una persona requiere 500 millones de moléculas de alguna sustancia, por cada metro cúbico del ambiente, para poder identificar algún olor. De ese modo, multiplicidad de olores se escapan a la conciencia humana, pero sí son retenidos por los animales.