Etimología

Este término etimológicamente viene del latín ‘cauma’ y a su vez, del griego ‘καυμα’ (kayma), que significa bochorno.

La noción se empela en el ámbito meteorológico, para indicar si el viento sopla con una intensidad menor de un kilómetro por hora. De modo que la calma esa condición atmosférica en la que no existen corrientes fuertes de viento.

El sentido más empleado, es el estado anímico relacionado con la paz que experimenta alguien. A veces se le suele pedir a un individuo que guarde la calma, sobre todo cuando se percibe que entró en agitación por algún motivo. No obstante, no es algo que se pueda lograr tan fácilmente en algunas personas con carácter explosivo o incontrolado y mucho menos, en situaciones adversas.

Popularmente se dice que un sujeto es tranquilo, cuando su personalidad es pasiva y no tiende a caer poseído de la ira casi nunca. Cada vez que se expresa, lo hace con diplomacia y serenidad.

Los seres humanos con mayor nerviosismo, difícilmente encuentra la calma, pues vive estresado todo el tiempo, factor que ocasiona un malestar en torno suyo, a pesar de que para el afectado sea normal su comportamiento hiperactivo, para los demás no es agradable alguien que no expresa autocontrol emocional.

Existen símbolos que representan la calma, como una puesta de Sol en el mar, un cielo estrellado, una paloma blanca, una silla en medio de la naturaleza, etc. La mayoría de veces, las personas tienden por naturaleza a preferir la calma, ya que instintivamente las criaturas huyen de aquello que los amenace de algún modo.

De otra parte, la calma se entiende como un proceso de interrupción o detenimiento de algo, lo cual se toma como algo negativo por parte de las personas, en los distintos contextos. Por ejemplo: “las políticas comunistas del socialismo del siglo XXI, ha causado una grave calma en los mercados”. En tal efecto, se puede asociar este vocabulario con el silencio en la música, que se basa en interrumpir la melodía por un instante.