Etimología

La raíz etimológica del término se deriva del alemán ‘aspirin’, el cual se adoptó el 1 de febrero de 1899, cuando se registró el fármaco de manera oficial. No existe un origen concreto de la palabra, pero se propone que se debe al efecto de la planta acetylierte Spirsäure, en combinación con la espirea, que contienen el compuesto del ácido salicílico de forma natural.

Pero la historia no es completamente clara con los detalles precisos de quién fue realmente el descubridor de la aspirina. Algunos científicos, como Walter Sneader, un ingeniero químico de Alemania que también laboraba para Bayer, afirmó que el verdadero autor es Heindrich Dreser, quien realizó la investigación que intituló: “Pharmakologisches über Aspirin (Acetylsalicylsäure)”, documento del cual Hoffman habría extractado la síntesis del ácido salicílico.

Para poder analizar morfológica  y etimológicamente el término ‘aspirina’, se debe tener en cuenta la publicación que el mismo Hoffman realizó en Jeffreys 2004, en la que menciona la manera en la que el ácido salicílico afronta un efecto de acetilado en el instante en que se calienta utilizando anhídrido acético, dando como resultado el ácido acetilsalicílico.

Entonces, Bayer tomó la decisión de crear una patente con la síntesis obtenida, para lo cual necesitó un nombre para denominar estratégicamente el producto farmacéutico y finalmente, se acordó elegir el nombre relacionado con la planta de la especie de las rosáceas Spiraea ulmaria.

La aspirina es utilizada para disminuir dolores, la inflamación y los efectos de la fiebre. El personal médico suele recetar estas pastillas para evitar que ocurra una angina de pecho, un ataque al corazón, o al cerebro, como los mini-accidentes o accidentes cerebrovasculares.