Etimología

Este término presenta la noción etimológica de “tensión nerviosa” y se creó a partir del vocablo del idioma inglés ‘stress’, con el significado de “presión”, mismo que se originó en la voz latina ‘strictus’ (estricto).

La palabra fue acuñada en inglés bajo la denominación ‘stresses’, gracias al médico norteamericano Walter B. Cannon, en e1935. Igualmente, fue apoyado por el galeno y especialista en endocrinología, Hans Selye. Ambos científicos coincidían en definirlo como un estado de homeostasis en riesgo y con probabilidad de que se pierda, causando un desequilibrio delicado en el organismo.

Selye llevó a cabo diversas pruebas de laboratorio en los años 30’s, empleando roedores que se probaban cómo reaccionaban ante condiciones desagradables y peligrosas, como mucho ruido, temperaturas altas o muy bajas, sustancias de toda índole, etc. Entonces, se percató de que el organismo siempre mostraba una reacción con idénticas respuestas fisiológicas, no determinadas y de manera general, como en el caso de las úlceras del colon o en los intestinos, daño en el sistema inmune e incremento en actividad adrenal.

Por consiguiente, se empleó la designación ‘stress’ para referirse a ese cúmulo de síntomas. Desde esa época se acuñó la expresión con esa acepción, que en el presente es muy popular, teniendo en cuenta que esta terminología se halla documentada primeramente en el inglés medieval, a su vez derivado del latín, pero por medio de la lengua francesa antigua bajo la forma ‘estresse’.

Asimismo, es necesario advertir que la palabra ya figuraba en los años 1303, haciendo alusión a una dificultad, un problema, una situación difícil o a la presión a la que se somete a una persona, con el fin de obligarla a que realice algo, o a modo de extorsión. Dos siglos más tarde, se documentó con la noción de un estado del cuerpo y de la mente, lleno de tensión.