Etimología

Este término en su etimología es de origen latino bajo denominación ‘intentio’.

La intención casi siempre se asocia al deseo que incita alguna acción. Si por ejemplo, un basquetbolista le propina un golpe a otro jugador, al momento de saltar para atrapar la bola, se estima como un golpe sin intención, debido a que aquel deportista no pretendía agredir a nadie, sino detener la pelota.

Precisamente, este detalle permite diferenciar si es con buena o con mala intención. Existen acciones que se llevan a cabo con buenas intenciones, pero sus resultados son nocivos. Pero otras acciones se califican como de malas intenciones, cuando el objetivo es dañar de alguna forma.

En el ámbito electoral, se habla de la intención de voto, misma que se define como la voluntad de un ciudadano de votar por algún político concreto, en unas próximas elecciones.

Por consiguiente, es costumbre que previo de los comicios, se realicen distintas encuestas para que las personas manifiesten su postura política. En tal efecto, es posible identificar cuál candidato tiene mayor probabilidad de ganar.

Otra locución frecuente, es la primera o la segunda intención. La primera, hace referencia de actuar compulsivamente, sin detenerse a reflexionar antes. La segunda intención alude a llevar a cabo una acción falsa e hipócrita, motivada por el deseo de obtener algo. Esconde sus intenciones reales, aguardando satisfacer sus beneficios.

En el contexto de la filosofía, la intención se halla ligada a la conciencia y su relación con el mundo. En otras palabras, consiste en la comunión entre la actividad mental en virtud de un objeto.

Una frase muy popular en el habla hispana, en la que resalta esta terminología es: “de buenas intenciones está empedrado del camino que conduce al infierno”. Quiere decir que por más buenos deseos que alguien tenga con respecto de algo, mientras no se lleven a la práctica las acciones pertinentes para lograrlo, todo es vana palabrería y divagaciones fantásticas.