Etimología

érmino en su etimología procede del latín ‘vinum’, del mismo significado.

Esta bebida se remonta a pasados milenarios, que muchos historiadores ubican en la Prehistoria en el Neolítico, cuando se cree que el ser humano descubrió el producto de las uvas fermentadas. Pueblos antiquísimos como los egipcios, hebreos, romanos, babilonios, persas, griegos, entre otros, implementaban el vino a sus culturas socio espirituales y hasta tenían una deidad específica para este licor, como Dionisio, Baco, Algol, etc.

Cuando la uva se fermenta gracias a la acción de sus azúcares, entonces el jugo se convierte en alcohol etílico. En épocas como en la Edad Media, debido a que no se contaba con desinfectantes ni agua pura, el vino era usado como antiséptico y era producido especialmente por monjes, que también lo comercializaban como una bebida apetitosa.

Con el pasar de los siglos, la sociedad comenzó a exigir vinos de mayor nivel. Se descubrió en el siglo XVII que añejando el vino en una bodega o también denominada cava, la calidad aumentaba significativamente.

Después de la primera conflagración global, en todas partes de Europa y el mundo se incrementó el consumo de vinos y la meta de conseguir mejorándolo al máximo, se aumentó.

Se le llama vendimia al proceso de cosechar las uvas del árbol de la vid. En la antigüedad se efectuaba a mano, pero ahora gracias a la tecnología las máquinas se encargan de la dispendiosa labor. No obstante, los vinos más especiales se fabrican con uvas recogidas a mano.

La enología es la ciencia de producir vinos. Los enólogos son aquellos expertos que poseen los conocimientos para que el vino adquiera detalles más intensos de sabor, aroma, color, cuerpo, etc.

De todo el suelo que se puede cultivar en el planeta, el cultivo de la vid abarca un promedio del 0,5%. De todas las uvas que se cosechan, el 66% se dedican para fabricar vino.