Etimología

Esta terminología se acuñó por Eugen Bleuler, un científico de Suiza en el año 1910. El vocablo deriva del latín y se constituye con la voz ‘ambo’, que significa ‘ambos’, junto con ‘valentia’, que traduce “fuerza física”. En tal efecto, a ambivalencia equivale a un estado caracterizado porque el individuo siente dos emociones contrarias.

La expresión latina ‘ambo’ se halla estrechamente asociada con la raíz de origen indoeuropeo ‘ambho’, la cual se observa en el término ‘anfótero’.  Por su parte, la partícula ‘valentia’, con el sentido de “fuerza”, se estructura lexicalmente con la raíz de ‘valere’ (tener fortaleza o valor) y se vincula con la raíz indoeuropea ‘wal’. Asimismo, el sufijo ‘nt’, que hace referencia del agente y concluido con el sufijo ‘ia’, que señala una cualidad.

La ambivalencia surge casi siempre, como algo incoherente con relación al valor bueno o malo que cada individuo le atribuye a cada uno de los aspectos de las actitudes. Tal es el caso de una mujer que puede llegar a amar demasiado a un hombre, pero a la vez, detesta relacionarse con ese sujeto.

La ambivalencia afectiva es un estado psicológico bastante difícil, pues se nutre de emociones, formas de pensar y de percibir inversas. Un conflicto interno en el que resalta el estrés, la ansiedad, la contradicción y la indecisión.

Otro ejemplo es cuando alguien siente un gran aprecio hacia una buena amistad, pero que últimamente le ha causado un mal sin intención. No le deja de guardar afecto, ya que pesan más todos los buenos momentos, pero tampoco se hace un lado el rencor y el resentimiento que se han suscitado por sus actos erróneos. Coloquialmente se dice: “ha dejado un clavo”.