Definición
Sustantivo masculino. Es un vocabulario que tiene como definición el que amortigua, el que hace menos impetuoso e intenso, el que se hace el muerto, desmaya o que finge la muerte. Este término es usado también como adjetivo.
Etimología
La palabra amortiguador se refiere a un dispositivo que sirve para reducir o eliminar las vibraciones o los golpes de un cuerpo en movimiento. Su origen etimológico se remonta al latín *amortire*, que significa «hacer morir» o «debilitar». Este verbo se compone de la partícula *ad-* que indica aproximación o intensidad, y el sustantivo *mors*, que significa «muerte«. De este modo, amortire significa literalmente «acercar a la muerte» o «hacer perder la fuerza vital».
El verbo *amortire* dio lugar al adjetivo *amortitus*, que significa «muerto» o «sin vida», y al sustantivo *amortitio*, que significa «acción de amortiguar» o «efecto de amortiguar». Estas palabras pasaron al francés antiguo como *amortir*, *amorti* y *amortissement*, respectivamente. De ahí se derivaron las formas españolas amortiguar, amortiguado y amortiguamiento, que se documentan desde el siglo XV.
El sustantivo amortiguador se formó a partir del verbo amortiguar y el sufijo -dor, que indica agente o instrumento. Se registra por primera vez en el siglo XVIII con el sentido de «cojín» o «almohada». Posteriormente, adquirió el sentido técnico de «dispositivo mecanico/»>mecánico para reducir las vibraciones», especialmente en los vehículos. En este sentido, es un préstamo del francés *amortisseur*, que se usa desde el siglo XIX.
¿Cuáles son las partes de un amortiguador y cómo funcionan?
Un amortiguador es un dispositivo que forma parte del sistema de suspensión de un vehículo y que tiene como función absorber y disipar las vibraciones y los golpes que se producen al circular por una superficie irregular. Los amortiguadores permiten mantener el contacto de los neumáticos con el suelo y mejorar el control y la estabilidad del vehículo.
Los amortiguadores están compuestos por las siguientes partes:
Soportes: son los elementos que conectan el amortiguador con el chasis y la rueda. Su función es transmitir las fuerzas y las vibraciones del amortiguador al resto del vehículo.
Rodamiento: es una pieza que se ubica en la parte superior del amortiguador y que permite el giro de la rueda al cambiar de dirección. Su función es facilitar el movimiento de la dirección y reducir el desgaste del neumático.
Cilindro hidráulico: es un tubo metálico que contiene un fluido (aceite o gas) a presión. Su función es ofrecer resistencia al movimiento del pistón y convertir la energía cinética en energía térmica.
Doble tubo: es una estructura formada por dos tubos concéntricos, uno exterior llamado tubo de reserva y otro interior llamado tubo de compresión. Su función es almacenar el fluido hidráulico y permitir su circulación entre ambos tubos según la posición del pistón.
Eje de acero: es una varilla metálica que se introduce en el cilindro hidráulico y que está unida al pistón. Su función es transmitir el movimiento de la rueda al pistón.
Pistón: es una pieza circular que se desplaza dentro del cilindro hidráulico según el movimiento del eje. Su función es regular el paso del fluido hidráulico a través de unos orificios con válvulas, creando así diferentes niveles de resistencia al rebote.
Aislante de caucho: es una capa de material elastómero que recubre algunas partes del amortiguador, como los soportes o el eje. Su función es amortiguar las vibraciones y los ruidos que se generan en el funcionamiento del amortiguador.
El funcionamiento básico de un amortiguador consiste en lo siguiente:
Cuando la rueda pasa por una irregularidad, se produce una compresión del muelle o resorte que forma parte de la suspensión. Esto hace que el eje se mueva hacia arriba, empujando al pistón dentro del cilindro hidráulico.
El pistón comprime el fluido hidráulico dentro del cilindro, obligándolo a pasar por unos orificios con válvulas. Esto genera una resistencia al movimiento del pistón, frenando así la compresión del muelle y evitando su oscilación excesiva.
Cuando la rueda vuelve a su posición normal, se produce una extensión del muelle o resorte. Esto hace que el eje se mueva hacia abajo, tirando del pistón fuera del cilindro hidráulico.
El pistón aspira el fluido hidráulico desde el tubo exterior hacia el interior, pasando también por unos orificios con válvulas. Esto genera otra resistencia al movimiento del pistón, frenando así la extensión del muelle y evitando su oscilación excesiva.
De esta manera, los amortiguadores controlan los movimientos de la suspensión y mantienen los neumáticos en contacto con el suelo, mejorando así la seguridad y el confort en la conducción.
Tipos de amortiguadores y sus características
Los amortiguadores son componentes esenciales del sistema de suspensión de un vehículo, ya que se encargan de absorber y disipar las vibraciones y los impactos que se producen al circular por diferentes tipos de terreno. Los amortiguadores también contribuyen a mejorar la estabilidad, el confort y la seguridad de la conducción.
Existen diferentes tipos de amortiguadores según el mecanismo y el fluido que utilizan para generar resistencia al movimiento. A continuación se describen algunos de los más comunes y sus características:
Amortiguadores hidráulicos: son los más simples y económicos. Consisten en un pistón que se mueve dentro de un cilindro lleno de aceite. El pistón tiene unos orificios que permiten el paso del aceite de un lado a otro del cilindro, creando así una fuerza opuesta al rebote. Estos amortiguadores tienen una eficacia limitada a altas velocidades y temperaturas.
Amortiguadores de gas: son una evolución de los hidráulicos. Incorporan gas (normalmente nitrógeno) en el interior del cilindro, lo que aumenta la presión y mejora el rendimiento del aceite. Estos amortiguadores ofrecen una mayor estabilidad, durabilidad y capacidad de adaptación a diferentes condiciones de conducción.
Amortiguadores reológicos: son los más avanzados y versátiles. Utilizan un fluido especial que cambia su viscosidad y dureza según la intensidad del campo magnético al que está sometido. Esto permite regular la resistencia del amortiguador mediante un sistema electrónico que detecta las necesidades del vehículo en cada momento. Estos amortiguadores proporcionan un óptimo equilibrio entre confort y deportividad.
¿Cómo saber cuándo es necesario cambiar los amortiguadores del vehículo?
Los amortiguadores son una parte esencial del sistema de suspensión del vehículo, ya que se encargan de absorber las irregularidades del terreno y mantener el contacto de las ruedas con el suelo. Unos amortiguadores en mal estado pueden afectar al confort de marcha, al desgaste de los neumáticos y a la seguridad en la conducción. Por eso, es importante saber cuándo es necesario cambiarlos.
No existe un kilometraje exacto para determinar cuándo hay que sustituir los amortiguadores, ya que su duración depende de varios factores como el tipo de conducción, el estado de las carreteras o la carga del vehículo. Sin embargo, se recomienda revisarlos cada 20.000 kilómetros y cambiarlos cada 80.000 kilómetros aproximadamente.
Para saber si los amortiguadores están en buen estado o necesitan ser reemplazados, se pueden observar algunos síntomas como:
- Vibraciones o ruidos anormales al pasar por baches o curvas.
- Pérdida de estabilidad o adherencia en la dirección o el frenado.
- Desgaste irregular o excesivo de los neumáticos.
- Hundimiento exagerado del vehículo al frenar o acelerar.
- Fugas de aceite en los amortiguadores.
Si se detecta alguno de estos indicios, se debe acudir a un taller especializado para comprobar el estado de los amortiguadores y cambiarlos si es necesario. De esta forma, se podrá mejorar el confort y la seguridad al conducir y evitar averías mayores en el futuro.
Importancia de tener unos amortiguadores en buen estado para la seguridad en la carretera
Los amortiguadores son componentes fundamentales para la seguridad en la carretera, ya que permiten que los neumáticos se mantengan en contacto con el suelo y que el vehículo tenga una buena estabilidad y frenado. Tener unos amortiguadores en buen estado es imprescindible para evitar accidentes y garantizar un viaje cómodo y seguro.
Los amortiguadores se desgastan con el uso y el paso del tiempo, por lo que es necesario revisarlos periódicamente y sustituirlos cuando sea necesario. Según algunos estudios, unos amortiguadores en mal estado pueden aumentar la distancia de frenado hasta un 20%, reducir la adherencia al asfalto hasta un 35% y provocar pérdidas de control en las curvas o cambios de dirección.
Además, es importante elegir unos amortiguadores de buena calidad y adecuados al tipo de vehículo y de conducción que se realiza.
¿Qué efectos tiene el mal funcionamiento de los amortiguadores en otros componentes del vehículo?
Unos amortiguadores en mal estado pueden tener efectos negativos en otros componentes del vehículo, así como en la seguridad y el confort de los ocupantes. Algunos de estos efectos son:
Menor agarre y adherencia en las curvas: los amortiguadores en mal estado reducen la estabilidad del vehículo al tomar las curvas, lo que puede provocar subviraje o sobreviraje y aumentar el riesgo de accidentes.
Pérdida de control del coche: los amortiguadores en mal estado dificultan el manejo del vehículo, especialmente en situaciones de frenado brusco o evasivo, ya que provocan un desplazamiento excesivo del chasis y una menor eficacia de los sistemas ABS y ESP.
Incremento del riesgo de aquaplaning: los amortiguadores en mal estado disminuyen la capacidad de evacuar el agua entre el neumático y el suelo, lo que puede hacer que el vehículo pierda adherencia y se deslice sobre una capa de agua.
Mayor distancia de frenado: los amortiguadores en mal estado aumentan la distancia necesaria para detener el vehículo, ya que reducen la presión ejercida por los neumáticos sobre el suelo y afectan al funcionamiento óptimo de los frenos.
Daños en otras partes del motor: los amortiguadores en mal estado estropean otras zonas del motor al contar con una suspensión desestabilizada. Esto provoca que el engranaje del motor trabaje más y en peores condiciones, produciendo un mayor desgaste y estrés mecánico. Por ejemplo, los frenos se usan con más frecuencia y de peor manera.
Mayor consumo de carburante: los amortiguadores en mal estado hacen que el motor tenga que esforzarse más para mantener la velocidad y la estabilidad del vehículo, lo que se traduce en un mayor consumo de combustible y una mayor emisión de gases contaminantes.
Menor comodidad al conducir: los amortiguadores en mal estado afectan al confort de los pasajeros, ya que transmiten más vibraciones e impactos procedentes del terreno. Esto puede causar molestias físicas e incluso mareos a algunos ocupantes.
Por todo ello, es importante revisar periódicamente el estado de los amortiguadores y sustituirlos cuando sea necesario. Se recomienda cambiarlos cada 60.000 o 80.000 kilómetros aproximadamente o cuando presenten síntomas como exceso de rebote, ruidos anormales, desnivelación del coche o manchas de aceite. Los amortiguadores deben cambiarse por parejas (delanteros o traseros) para evitar un desequilibrio en la suspensión. De esta forma se garantiza una conducción segura, eficiente y confortable.