La primera lavadora fue patentada en Gran Bretaña, en el año 1690, en la categoría de Máquinas para lavar. Pero desde 1767, Jacob Schäffer expuso el primer diseño.  Luego, 12 años más tarde, Henry Sidgier patenta la primera lavadora dotada con un tambor que puede girar y sólo hasta casi un siglo después, en el año 1862, salió al mercado la gran lavadora giratoria y compacta, autoría del inventor Richard Lansdale.

Un infortunado evento asociado con la historia de la lavadora, acaeció en Estados Unidos, a inicios del siglo XIX, cuando una conflagración acabó con gran parte de la Oficina de Patentes, quemando cualquier prueba de la patente que el ilustre inventor Nathaniel Briggs habría realizado en 1797. Por tal razón, no se le ha podido declarar de forma oficial, como el autor de este electrodoméstico.

A principios del siglo XX, el mercado de lavadoras empezó un gran auge con sus modelos eléctricos estadounidenses, llegando a vender casi un millón de unidades, en el año de 1928. Fue una máquina adoptada masivamente por la mayoría de hogares. En la década de los 40’s, ya más de la mitad de las viviendas con servicio eléctrico en Norteamérica, contaba con una lavadora de éstas.

No obstante, como consecuencia de la terrible crisis económica desencadenada por la Gran Depresión, fue a partir de los años 50’s que se masificó totalmente. En la región capitalista de Europa en ese entonces, la zona occidental del continente, la venta de lavadoras fue un éxito rotundo. Debido a la fuerte demanda, las industrias más grandes empezaron a producir cantidades significativas de este electrodoméstico.

El diseño estético y las funciones de una lavadora, son los principales rasgos en que los compradores se fijan y de los cuales depende su precio. En la actualidad, se encuentran lavadoras con control remoto, conexión a internet, lo que permite al usuario maniobrarla desde cualquier sitio donde se encuentre. Asimismo, pantallas digitales y táctiles.

Casi siempre, se encuentran dos clases de lavadoras: las de carga y apertura superior y las de carga y apertura frontal. En cuanto las primeras, la ropa debe introducirse por la parte de arriba. En las otras, la puerta queda en la sección delantera.

Antes de ello, algunas personas ya empleaban los denominados en aquel entonces como “rodillos de escurrido”, cuyo sistema manual consistía en introducir las prendas entre éstos, muy similar a como se prepara una masa para pizza, con la intención de escurrir toda el agua que pudiesen contener y en seguida, colgarlas en el tendedero, para que el viento y el sol ayuden a secarlas. Así no quedaban las horribles arrugas de lavarlas a mano y se volvía algo más práctica esa tarea.