Definición
La desigualdad social es un fenómeno estudiado dentro de la sociología y la antropología, así como en otras ciencias sociales y humanas, y que se encuentra vinculado directamente con la inequidad en menor o mayor proporción entre los diferentes grupos humanos. Esto, por una parte crea las diferentes clases sociales. Sin embargo, la desigualdad social cobra forma cuando la diferencia entre unas y otras es muy grande, no sólo a nivel económico, sino a nivel de reconocimiento y de trato semejante.
Etimología
El término desigualdad se compone del prefijo «des», que le confiere un significado opuesto al término al que se le antepone. Por su parte, la palabra igualdad proviene del latín «aequalitas», que significa cualidad «llano», «equitativo», «justo». Así, desigualdad, significa «no justo», «no equitativo», «no igual».
La palabra social, también de origen latín en «sociālis», se refiere a la sociedad. De este modo, la desigualdad social es «no igualdad en la sociedad», lo que justamente concuerda con lo que venimos planteando. No igualdad no sólo en un nivel en específico, sino en cualquier nivel o aspecto que involucre al individuo.
La desigualdad social crea, por consiguiente, una trato discriminatorio que favorece a una o varias clases sociales, y que afecta a otra, u otras clases sociales.
Esa desigualdad social puede darse por diferentes factores, siendo una de las causas fundamentales la posición económica de un individuo, a su estatus social, a su lugar de residencia, a su ideología, a su religión, a su color de piel, etc.
Así, la desigualdad social, es un fenómeno que nace de la discriminación de un individuo tomando como referente cualquiera de estos aspectos, y afecta a nivel colectivo de modo que unas pesonas tengan un acceso preferente o no en diferentes instancias como como: salud, educación, empleo, recreación, cultura, inclusión social, etc. Esto, en últimas se sintetiza en menos oportunidades e, inclusive, en una menor expectativa de vida para las clases sociales menos favorecidas.
Usos y aplicaciones de desigualdad social
La desigualdad social, más que aplicaciones, tiene consecuencias, entre ellas, la pobreza, el no acceso, o acceso deficiente o en calidad desmejorada a la educación, a los sistemas de salud, a la inclusión.
La desigualdad social nace de un acto de discriminación que, a su vez, genera más discriminación y que, inclusive, llega a ser asimilado por la misma sociedad como algo normal.
La desigualdad social es un fenómeno que ha existido en la historia de la humanidad desde tiempos antiguos. A lo largo de la historia, la desigualdad social ha sido el resultado de varios factores, incluyendo la riqueza, el poder, la educación, la raza y el género. En este artículo, exploraremos los orígenes de la desigualdad social y cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo.
Orígenes históricos
El origen de la desigualdad social se puede remontar a las primeras sociedades humanas, donde la posesión de recursos limitados como la comida, el agua y el refugio, era una necesidad para la supervivencia. Las sociedades se organizaron de tal manera que ciertos individuos o grupos tenían acceso a estos recursos mientras que otros no. La distribución desigual de los recursos fue el primer paso en la creación de la desigualdad social.
En las sociedades antiguas, la desigualdad social estaba fuertemente determinada por la riqueza y el poder. Los más ricos y poderosos, como los gobernantes y los aristócratas, tenían el control sobre la tierra, la propiedad y los recursos, mientras que la mayoría de la población era pobre y no tenía acceso a estas cosas. Esta división de riqueza y poder también se reflejó en la educación y las oportunidades de trabajo.
La esclavitud y la discriminación racial también contribuyeron a la desigualdad social en muchas sociedades antiguas. Los esclavos y otros grupos marginados eran vistos como inferiores y se les negaba el acceso a los recursos y oportunidades que estaban disponibles para otros.
La desigualdad social en la época moderna
Aunque los fundamentos de la desigualdad social se remontan a la antigüedad, la Revolución Industrial del siglo XVIII fue un factor clave en la creación de desigualdades sociales más amplias. La industrialización provocó una transformación en las sociedades occidentales, de una economía agrícola y artesanal a una economía industrializada y capitalista. La desigualdad se hizo más evidente a medida que los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres.
En el siglo XIX, la desigualdad social se convirtió en un tema importante de debate político y social. Los movimientos obreros lucharon por mejores salarios y condiciones de trabajo, mientras que los movimientos feministas lucharon por la igualdad de género. La lucha por los derechos civiles también se intensificó en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y Sudáfrica, donde la segregación racial era una realidad cotidiana.
La desigualdad social en la actualidad
A pesar de los avances logrados por los movimientos sociales y políticos, la desigualdad social sigue siendo un problema en la actualidad. La brecha entre ricos y pobres se ha ampliado en muchos países, lo que ha generado preocupaciones sobre la justicia social y económica. La discriminación racial y de género también sigue siendo un problema importante.
Además, se ha intensificado debido a la globalización económica y la liberalización del comercio. En muchos países, los trabajadores menos calificados han visto disminuir sus salarios y empleos debido a la competencia de los trabajadores de países en desarrollo que ofrecen salarios más bajos. Esta competencia ha llevado a una mayor desigualdad en la distribución de la riqueza y los ingresos.
La tecnología también ha contribuido a la desigualdad social en algunos aspectos. Si bien la tecnología ha mejorado la vida de muchas personas, también ha dejado atrás a aquellas que no tienen acceso a ella. La brecha digital, es decir, la diferencia en el acceso a la tecnología y la información, puede ampliar la problemática.
De igual modo, se manifiesta en la educación, la salud y el acceso a la vivienda. Las personas que tienen acceso a una educación de calidad, atención médica y vivienda segura tienen más probabilidades de tener éxito en la vida que aquellas que no tienen estos recursos. La falta de acceso a estos recursos puede perpetuar la desigualdad social.
Una de las causas más profundas de la desigualdad social es la distribución desigual del poder. En las sociedades en las que el poder está concentrado en manos de una pequeña élite, es más probable que se perpetúe. Las personas con mayor poder económico, político y social tienen más acceso a recursos y oportunidades que aquellos que no tienen poder, lo que acentúa la inequidad.
Igualmente, la discriminación en todas sus formas, ya sea por género, raza, orientación sexual o cualquier otra característica, también puede contribuir a la desigualdad social. Las personas que son discriminadas tienen menos acceso a oportunidades y recursos, lo que las deja en desventaja en comparación con aquellos que no son discriminados.
La desigualdad social también puede ser perpetuada por las políticas gubernamentales. En algunos casos, las políticas pueden favorecer a ciertos grupos en detrimento de otros. Por ejemplo, en algunas sociedades, la falta de inversión en educación y salud pública puede acrecentar la brecha social, ya que las personas que no tienen acceso a estos recursos tienen menos oportunidades para mejorar su situación.
Problemas derivados de la desigualdad social
Uno de los problemas más evidentes es la pobreza. Las personas que viven en esta condición tienen menos acceso a recursos básicos, como alimentos, vivienda y atención médica. Además, la pobreza puede limitar las oportunidades de educación y empleo. La pobreza puede tener efectos duraderos en la vida de las personas, ya que las condiciones de vida deficientes pueden afectar la salud, el bienestar emocional y el desarrollo cognitivo.
La desigualdad social también puede tener consecuencias negativas para la salud. Las personas que tienen menos acceso a recursos de salud, como atención médica, medicamentos y alimentos nutritivos, tienen más probabilidades de sufrir enfermedades y lesiones. Además, puede crear barreras para el acceso a la atención médica, lo que puede exacerbar las disparidades de salud.
Otro problema desencadenado es la polarización social y política. Cuando las desigualdades económicas y sociales son extremas, se pueden formar diferentes grupos en la sociedad con diferentes intereses y perspectivas. Esto puede conducir a la polarización social y política, lo que puede aumentar la tensión y la hostilidad en la población. Estos aspectos obstaculizan la toma de decisiones y la resolución de problemas, incidiendo negativamente la estabilidad en general.
La desigualdad social también puede tener efectos negativos en la economía. Cuando una pequeña élite tiene una gran parte de la riqueza y el poder económico, puede haber menos inversión en la economía en general. Esto puede limitar el crecimiento económico y la creación de empleo, repercutiendo de manera desfavorable a la economía en su conjunto.
Si una persona nace en una familia con bajos ingresos, es posible que tenga menos oportunidades de educación y empleo. Esto puede hacer que sea difícil para esa persona mejorar su situación económica y social a lo largo de su vida. La falta de movilidad social puede perpetuar la desigualdad social de una generación a otra.
No se puede dejar de lado la discriminación y el racismo. En muchas sociedades, la desigualdad social está estrechamente relacionada con la discriminación y el racismo. Los individuos que pertenecen a grupos marginados pueden enfrentar barreras para el acceso a los recursos y oportunidades, lo que puede perpetuar la desigualdad social. La discriminación y el racismo pueden tener efectos negativos en la salud mental y emocional de las personas, lo que puede afectar su calidad de vida.
La desigualdad social también puede tener efectos negativos en la educación. Las personas que viven en la pobreza o que tienen menos acceso a recursos educativos pueden tener menos oportunidades de educación y estar en desventaja en comparación con sus pares más ricos. Además, la calidad de la educación puede variar ampliamente según la ubicación y los recursos disponibles, hecho que indiscutiblemente amplía la desigualdad social.
Por último, la desigualdad social también puede tener efectos negativos en la cohesión social. Cuando hay grandes brechas entre los grupos socioeconómicos, puede haber una falta de confianza y solidaridad entre ellos. Esto puede llevar a la desconfianza y la hostilidad en la sociedad.
La desigualdad social, la inseguridad y el delito
La desigualdad social y el crimen también están relacionados, aunque la relación entre ambos no es siempre clara ni directa. Existen varias teorías que tratan de explicar cómo la desigualdad social puede influir en las tasas de criminalidad.
Una de estas teorías es la teoría de la anomia, que sostiene que la desigualdad social puede generar una falta de normas y valores compartidos en la sociedad. Cuando las personas se sienten marginadas y excluidas de la sociedad, pueden tener una mayor propensión a romper las normas sociales y recurrir a comportamientos criminales. Esta teoría sugiere que la desigualdad social puede llevar a una falta de cohesión social y a un aumento en la criminalidad.
Otra teoría que se relaciona con la desigualdad social y el crimen es la teoría de la estratificación social. Según esta teoría, la desigualdad social puede llevar a la formación de subculturas criminales en los grupos marginados de la sociedad. Estas subculturas pueden tener sus propias normas y valores, que pueden diferir significativamente de los valores y normas dominantes en la sociedad. Esto puede llevar a una mayor aceptación del comportamiento criminal dentro de estas subculturas y a un aumento en la criminalidad.
Aunque la relación entre la desigualdad social y el crimen no es siempre directa, algunos estudios sugieren que hay una correlación entre las dos variables. Por ejemplo, un estudio realizado en varios países de América Latina encontró que había una correlación positiva entre la desigualdad social y la tasa de homicidios. Otro estudio realizado en Estados Unidos encontró que los estados con mayores niveles de desigualdad social tenían mayores tasas de criminalidad.
En muchos países, la desigualdad social ha disminuido en las últimas décadas, especialmente en términos de pobreza extrema y acceso a la educación y la salud. Sin embargo, todavía hay mucho por hacer para reducir la brecha entre los más ricos y los más pobres, así como para abordar las desigualdades en función de la raza, género, orientación sexual y otras características.